Sunday, July 20, 2008

Humano de lo medido

Hace un par de días encontré entre las páginas de un libro viejo (era un tratado de semiótica de una editorial italiana), que se encontraba en un estante igual de viejo, en una librería tal vez un poco más nueva, un sobre con un trozo de papel amarillento adentro. No dudé y de inmediato compré el libro con su contenido. Era el principio de una carta, que al parecer por los tachones, había sido desechada por el mismo autor (debido a la falta de sellos postales, también dudo que algún día haya llegado a su destino, e incluso dudo de que tal destino exista). Su contenido, así como su remitente, son ambos muy ambiguos. En color rojo (valdría la pena mencionar que el papel se encontraba en muy mal estado y por lo tanto tal vez haya tenido que completar parte de lo que se lee a continuación) se encontraban escritos los siguientes párrafos:

Estimado comité directivo:

Hace tiempo tuve que haberme dirigido a ustedes, pero cierto es que debido a lo agitado de los eventos que se han presentado estos últimos días, de los cuales ustedes ya tienen noticia y que por lo tanto, no vale la pena recordar, he estado escondiéndome algún tiempo. Dicho escondite no es precisamente un escondite como comúnmente se conocen. Este no tiene puerta, techo ni paredes, que va! ni siquiera tiene piso. Es más bien un escondite tácito, se encuentra dentro de mi mismo. Yo sé que al leer estas palabras correrán a buscarme para traerme frente a ustedes y yo solo quiero ahorrarles su tiempo al decirles que dicha tarea es imposible, ya que a decir verdad, nisiquiera yo mismo sé donde me encuentro. Dicho lo anterior, paso a explicar mis motivos. No espero con esto su piedad ni su absolución, sé que sobre eso no hay discusión, y a decir verdad, sería yo el primero en rechazar cualquier intento de indulto que se me ofreciera. Lo que pretendo con esta carta más bien, es que alguno de ustedes se vea reflejado en mis palabras y de esta manera deshacerme de esta culpa, la cual para ser sincero, siento no me pertenece.

Creo que debo recalcar primeramente el hecho de que ustedes nunca me dijeron hacia donde me dirigían, y creo que es justo decirles, no a manera de reclamo, sino como observación, que me da miedo esta realidad que se conforma de verdades y leyes. Dicha solemnidad no va conmigo. Me da miedo saberme cierto y entero. Cuando se me orilla a ser, como ha ocurrido últimamente, detesto la unidad de la que pende mi esencia. Odio ser cosa física, dura como la mierda y al mismo tiempo cosa blanda, como la mierda, y como el tiempo del que, al parecer, también estoy hecho. Tiempo que acentúa mi unidad y la condena simultáneamente... (aquí las letras son completamente ilegibles debido a rayones hechos con un lápiz de otro color y a una rotura en el papel)... les pido me comprendan. Me confortaría mucho saberme fuera de aquí, muy dentro, en aquel el lugar donde estuve antes, ustedes saben cual, donde la única certeza es la duda, donde la duda es lo que le da el valor al mismo mundo y a cada uno de sus elementos. Quiero saberme uno de esos elementos, pero dudarme también. Ser esencia nada más, esencia ambivalente. Unos..." (aquí las letras se desvanecen del todo, como si el lápiz con que se escribieron las palabras hubiera perdido, poco a poco, su corporeidad)

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