Sunday, December 28, 2008

2

Hace un par de días encontré entre las páginas de un libro viejo (era un tratado de semiótica de una editorial italiana), que se encontraba en un estante igual de viejo, en una librería tal vez un poco más nueva, un sobre con un trozo de papel amarillento adentro. No dudé y de inmediato compré el libro con su contenido. Era el principio de una carta, que al parecer por los tachones, había sido desechada por el mismo autor (debido a la falta de sellos postales, también dudo que algún día haya llegado a su destino, e incluso dudo de que tal destino exista). Su contenido, así como su remitente, son ambos muy ambiguos. En color rojo (valdría la pena mencionar que el papel se encontraba en muy mal estado y por lo tanto tal vez haya tenido que completar parte de lo que se lee a continuación) se encontraban escritos los siguientes párrafos:

Estimado comité directivo:

Hace tiempo tuve que haberme dirigido a ustedes, pero cierto es que debido a lo agitado de los eventos que se han presentado estos últimos días, de los cuales ustedes ya tienen noticia y que por lo tanto, no vale la pena recordar, he estado escondiéndome algún tiempo. Dicho escondite no es precisamente un escondite como comúnmente se conocen. Este no tiene puerta, techo ni paredes, que va! ni siquiera tiene piso. Es más bien un escondite tácito, se encuentra dentro de mi mismo. Yo sé que al leer estas palabras correrán a buscarme para traerme frente a ustedes y yo solo quiero ahorrarles su tiempo al decirles que dicha tarea es imposible, ya que a decir verdad, nisiquiera yo mismo sé donde me encuentro. Dicho lo anterior, paso a explicar mis motivos. No espero con esto su piedad ni su absolución, sé que sobre eso no hay discusión, y a decir verdad, sería yo el primero en rechazar cualquier intento de indulto que se me ofreciera. Lo que pretendo con esta carta más bien, es que alguno de ustedes se vea reflejado en mis palabras y de esta manera deshacerme de esta culpa, la cual para ser sincero, siento que no debería cargar.

Creo que debo recalcar primeramente el hecho de que ustedes nunca me dijeron hacia donde me dirigían, y creo que es justo decirles, no a manera de reclamo, sino como observación, que me da miedo esta realidad que se conforma de verdades y leyes. Dicha solemnidad no va conmigo. Me da miedo saberme cierto y entero. Cuando se me orilla a ser, como ha ocurrido últimamente, detesto la unidad de la que pende mi esencia. Odio ser cosa física, dura como la mierda y al mismo tiempo cosa blanda, como la mierda, y como el tiempo del que, al parecer, también estoy hecho. Tiempo que acentúa mi unidad y la condena simultáneamente... (aquí las letras son completamente ilegibles debido a rayones hechos con un lápiz de otro color y a una rotura en el papel)... les pido me comprendan. Me confortaría mucho saberme fuera de aquí, muy dentro, en aquel el lugar donde estuve antes, ustedes saben cual, donde la única certeza es la duda, donde la duda es lo que le da el valor al mismo mundo y a cada uno de sus elementos. Quiero saberme uno de esos elementos, pero dudarme también. Ser esencia nada más, esencia ambivalente. Unos..." (aquí las letras se desvanecen del todo, como si el lápiz con que se escribieron las palabras hubiera perdido, poco a poco, su corporeidad)

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De la carta que encontré antes, en aquel tratado de semiótica de la editorial italiana que leía por título “Sintassi, Pragmatico e Semantico. Trattato Generale”, tomé su contenido y con él me permití realizar un pobre ejercicio que, más que de literatura, se trata de un esbozo tropezado de una de las múltiples (debido a su ambigüedad, tal vez sería más correcto decir infinitas) interpretaciones que a dicha carta se le pueden dar. Mediante varias conjeturas y omisiones, las cuales tienden a asumirle más un carácter metafísico que poético a dicha carta, traté de dar forma a una bitácora ficticia que explicara, en cierta medida, varias cuestiones planteadas en ella (aunque forzosamente deja a otras de lado, no por indiferencia ni por considerarlas menos importantes, si no por una sincera incapacidad de acción mía de incluir todas las cuestiones con las que me vi enfrentado).

0.

Hoy llegué a Praga. Fui llamado por el Comité Directivo para atender asuntos que requerían de mis "servicios especializados”. Llegué por tren a la abarrotada estación central de Hlavin Nadrazi donde me esperaba una persona a la que noté desde antes de bajar al andén, no por el cartelón en el que estaba escrito el nombre que me habían pedido que usara, si no por la mirada expectante del joven (demasiado joven, pensé, para estar involucrado en una misión en la que necesitaran de mis servicios). Sentí un poco de pena por él. Supe que era pena lo que sentí por aquel joven porque en una ocasión anterior, en la que había sido llamado por el antiguo Comité Directivo para atender unos asuntos de una índole no idéntica, pero sí algo parecida en Damasco, tuve que prescindir de la vida de uno de los hombres de confianza del Califa Uzmán a quien el Comité Directivo había reclutado para asistirme: Bâhir al-Walid, a cuyos padres había yo prometido traer de vuelta en menos de una semana; la mañana del quinto día dejé su cuerpo desprovisto de alma enmedio del desierto; para la tarde de ese mismo día estaba yo de vuelta, en casa de sus padres, comiendo el delicioso kabsa que había cocinado la madre mientras les explicaba a ambos como su hijo se había quedado en un campamento de beduinos que comerciaban con ganado a un día de ahí a esperar por unos camellos que él había mandado a traer desde Bagdad como regalo a sus padres. Les dije que cada camello le había costado a Bâhir 15 dinares y que las monturas de seda roja bordadas con hilos dorados que había comprado para ellos valían 8 dinares cada una. Les advertí fingir sorpresa al día siguiente cuando llegara Bâhir con los animales. Esa noche los ancianos me acomodaron en el cuarto del hijo cuyo cuerpo era ya para ese entonces comida de buitres y chacales, y a quien nunca volverían a ver. Durante toda esa noche no pude dormir. Me fui antes de que saliera el sol sin que ellos se dieran cuenta. Hoy en la estación de Hlavin Nadrazi sentí por el joven que fue a recogerme algo parecido a lo que sentí por Bâhir esa noche que no pude dormir.

El C.D. reservó para mi estancia un pequeño estudio cerca de Vyšehrad a pocos metros del rio Vlatva, desde donde se pueden ver con claridad los jardines del Císařská Louka. Instalé en la habitación las pocas pertenencias que me entregó el joven que me recogió en la estación de tren (su nombre es Evzen Lidovky). Estas consisten en: dos cambios de ropa (los cuales puse en un estante), Un saco extra (el cual colgué en un pequeño armario), una toalla, un cepillo de dientes, un rastrillo (porque al parecer tengo barba), un jabón, crema, loción, un peine y unos lentes (porque este huésped, aparte de barbudo, es miope). Evzen me dio también una cartera con varios carnets de identidad, dos mil coronas y un papel con un número telefónico y la siguiente frase escrita: Comunicarse cada mañana con Kazimir para informe diario e instrucciones. No hice lo que decía la nota. Siempre he considerado la solemnidad del C.D. algo estúpido y sin sentido. De hecho, nuestros servicios podrían ser prestados desde Fuente; no hay razón para que se nos solicite venir hasta aquí, a caminar entre ellos en un huésped que la mayoría de las veces resulta desechable. Pero el C.D. tiene sus reglas escritas y para ellos es casi sagrado continuar con este modo de hacer las cosas (creo que esto se debe más que nada a que no pueden soportar el hecho de saber que colaboran con algo que es más que corpóreo, algo que no es carne vulgar como la de ellos). Aún así, sus reglas no son las mías, y por eso, en vez de llamar a Kazimir para recibir las instrucciones del día y, aprovechando que había mucha luz en la calle, me salí a dar un paseo. Seguí la margen del Vlatva por el Rašínovo nábř un par de minutos y luego di vuelta en Svobodova, donde seguí caminando por horas, entre casas de la burguesía praguense, hasta llegar a la esquina de Na slupí. Cuando estuve a punto de dar media vuelta y volver a mi estudio me arremetió una sensación que creía olvidada; de un restaurante en la esquina de Albertov me llegó el aroma de comida recién horneada (a pesar de que considero vulgares los placeres de la carne y de la materia, cada vez que vengo me permito disfrutar de un par de actividades que de todas formas son necesarias para el correcto funcionamiento de mi huésped). Entré al restaurante y me senté. Rápidamente llegó la encargada del lugar con un menú y cubiertos. Como toda la comida, e incluso el solo hecho de comer, me parece placentero, le dije, sin ver, que me trajera el primer platillo del menú; volvió un poco después con un plato de vepřo-knedlo-zelo, que devoré en pocos minutos. Hacía 15 años, 3 meses y 17 días que no ingería ningún alimento, pero para mi bien pudieron haber sido un par de segundos.

1.

Hoy por la mañana marqué el número que Evzen me había proporcionado. Contestó una mujer que, por su voz, me pareció bastante joven (Junto con Evzen, ella era la segunda persona de aproximadamente la misma edad con la que me había tocado lidiar desde mi llegada a Praga -apenas ayer-, lo cual me parecio bastante raro ya que el C.D. no solía reclutar a personas de menos de 40 años para ejercer ningún tipo de función dentro de sus departamentos. Por otro lado, me pareció bastante agradable la sensación de no reconocer a la joven que me contestó; sentir la distancia entre nuestros seres, encerrados cada uno en su respectivo cuerpo. Me di cuenta, también, de que por más que me esforzara no podía, siquiera, hacerme una imagen mental de la apariencia de la joven). Le di mi nombre, y pedi que me comunicara con Kazimir. Después de tan solo una fracción de minuto me transfirieron con él. No se me cuestionó acerca de mi desobediencia al no haberme comunicado el dia de ayer; al contrario, me dijeron que a causa de algunos eventos no planeados, el inicio de la operacion se vería postpuesto hasta mañana. Por segunda ocasión tenía el resto del día libre. Me dijeron que si necesitaba algún servicio, cualquiera que este fuese, marcara este mismo número y le dijera a Kateřina (la joven que contestó el teléfono) que mandara a Evzen a mi estudio; de cualquier forma él haría rondas diarias para proporcionarme asistencia. Colgué el teléfono y me quedé sentado en mi cama por un par de minutos, pensando en las razones por las que se podría haber retrasado el inicio de la operación; era algo que nunca había pasado antes en la historia de nuestras contribuciones con el C.D; sólo ahora que estoy sujeto al tiempo y a sus reglas me doy cuenta de esto (también sentarme a pensar me resulta extraño: el hecho de que una idea suceda a otra y luego a otra y que solo mediante esta ilación de pensamientos sea capaz de llegar a una "respuesta" o a una "conclusión", estados que de otra manera -de estar en Fuente- serían implícitos, previos aún, a las cuestiones que aquí los generan).

Salí del estudio sin saber que hacer, con la incertidumbre como único campo de acción mental (o mejor dicho, como única opción dentro del marco sensorial y congnoscitivo al que me encuentro sujeto dentro de este huésped). Caminé de esta manera por un par de minutos hasta me que encontré con una pequeña tienda a donde entré a comprar pan de centeno. Me senté en una banca al margen del Vlatva a comer y cuando estuve satisfecho empecé, no sé porque, a arrojar pequeños trozos del pan que me sobró a un pájaro que se encontraba cercas de mi. Era un ave migratoria (después de tratar de recordar el nombre de su especie por un par de minutos me di por vencido). Se acercó cautelosamente después de que lancé el primer trozo de pan, lo picoteó apresuradamente y luego volvió a alejarse unos pasos. Tras varias veces de repetir esta misma escena, comenzó a desarrollar un poco de confianza y a acercarse un poco más a donde yo me encontraba. Llegaron un par mas de aves a recolectar las migajas que yo continuaba arrojando; al poco tiempo había ya una docena de ellas enfrente mío; unas peleaban por los pedazos más considerables de pan, otras, las más pequeñas, se limitaban a mantenerse al margen de la congregación que se encontraba enfrente de mi, mirando con ansiedad como se desarrollaba la escena, esperando a que una migaja saltara hacia su lado. Después de haberles arrojado lo que me restaba comenzaron, una a una, a retirarse (en busca de alguna otra fuente de comida, pensé). Al par de minutos sólo quedaba el ave a quien le habia ofrecido originalmente el pan, pero no pasó mucho tiempo antes de que ella también partiera en vuelo.

Se me ha proporcionado una vida con la cual no sé que hacer. Dicha incertidumbre enfatiza mi existencia (o sería más correcto decir la de mi huésped?). De hecho creo que todos aquellos que serán capaces de entender esto -que a la vez es nuevo y totalmente sabido por mi- son producto de la duda, la cual a su vez y de manera cíclica es producto de la esencia que los compone. No sé si cada persona que veo, sentado aquí en esta banca a la margen del Vlatva, está consciente de ello, o si seré yo (debido a mi "especial" situación ontológica) quien adquiere una consciencia alterada de esta realidad a la cual no sólo no estoy acostumbrado, si no que poco a poco se enrarece más con este tiempo que me pasa por encima. Sabrán ellos que están hechos de tiempo? sabrán que la materia que los soporta está circunscrita dentro de ese motor al cual ellos se aferran a medir con esas unidades que nada tienen que ver con él? En estos momentos este cuerpo decadente en el que me encuentro pensando existe también gracias a esa partícula ínfima de tiempo que lo contiene mientras este realice sus funciones corporales.

2.

Ayer he escrito la palabra "existe" de una manera que, al leerla hoy de nuevo, me causó una impresión muy grande. La escribí sintiendo a mi cuerpo; pensando a través de él y de la materia que lo compone. Significará esto que me estoy acercando cada vez más a la experiencia sensorial humana?

Hoy, muy temprano por la mañana, se presentó Evzen en mi estudio.



***una casualidad***
***inconsistencia (sentimientos, sensaciones, actitud, humor)***
***miedo***
***duda (también hacia la felicidad)***
***ansiedad***

1 comment:

Sellout! said...

http://vlada.ajgl.cz/uploads/kucharka/DSC00952.JPG

cuanto llevaban sin comer esa primer paloma?